El 12 de mayo de 2025 quedará marcado como una fecha clave para el comercio global. Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del planeta, alcanzaron un sorpresivo acuerdo en Ginebra para reducir significativamente los aranceles que se impusieron durante su prolongada guerra comercial. Esta tregua, aunque temporal representa un alivio sustancial para los mercados internacionales, las cadenas de suministro y los países interdependientes como México.
Esta vez, desglosaremos lo que se acordó, lo que no, y lo que significa para el futuro del comercio global. Con un enfoque para entender lo que está sucediendo y lo profundo que es para su impacto en el mundo.
¿Qué pasó exactamente en Ginebra?
El 10 y 11 de mayo de 2025, en una residencia diplomática en Ginebra —elegida precisamente por ser neutral y simbólica— se celebraron las primeras negociaciones cara a cara en más de un año entre altos funcionarios comerciales de Estados Unidos y China. La elección del lugar no fue casual: un terreno diplomático común para dos gigantes económicos atrapados en una guerra comercial con efectos globales.
Del lado estadounidense, la delegación estuvo encabezada por el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y el representante de Comercio, Jamieson Greer, figuras de confianza del presidente Trump. Del lado chino, el viceprimer ministro He Lifeng lideró la comitiva, acompañado por funcionarios del Ministerio de Comercio, Finanzas y Seguridad Pública. Una fuente calve reveló que incluso un experto en tráfico de fentanilo acompañaba al equipo chino, lo cual demostraba que el enfoque no era solo económico, sino también geopolítico y de seguridad nacional.
Durante el primer día, ambas delegaciones acordaron detener la escalada y buscar un entendimiento pragmático, dejando de lado discursos nacionalistas. La atmósfera fue, según testigos, tensa pero constructiva. Las reuniones no se realizaron en salas cerradas típicas de conferencias, sino en jardines privados y salones informales, para fomentar la comunicación abierta.

El anuncio del acuerdo se realizó el lunes 12 de mayo de 2025 a través de un comunicado conjunto. El acuerdo concluyó en:
- Reducción temporal de los aranceles recíprocos durante 90 días.
- Creación de un mecanismo bilateral de consultas económicas, con reuniones itinerantes.
- Compromiso de suspender represalias no arancelarias y de abrir ciertos mercados estratégicos, como el aeroespacial.
Este gesto, descrito como una “tregua de madurez” por analistas europeos, sorprendió positivamente a los mercados, gobiernos y grandes conglomerados, que ya temían una espiral recesiva global si no se lograba un punto medio.
¿Por qué se impusieron estos aranceles en primer lugar?
Para entender el acuerdo, es necesario regresar al origen de la guerra comercial entre estas dos potencias.
La tensión comenzó formalmente en 2018, durante el primer mandato de Donald Trump, bajo la bandera de “America First”. Trump acusó a China de:
- Practicar espionaje industrial.
- Forzar la transferencia tecnológica a empresas locales.
- Subvencionar ilegalmente industrias clave como acero, paneles solares, telecomunicaciones y semiconductores.
- Manipular su moneda (yuan) para obtener ventajas competitivas.
- Tolerar e incluso facilitar la producción de fentanilo y sus precursores químicos, que luego se introducen en Estados Unidos desde México.

Trump respondió con una serie de aranceles unilaterales y escalonados sobre ciertos de miles de millones en productos chinos, por supuesto, respondió con aranceles similares, afectando a exportadores estadounidenses de tecnología, agricultura y automóviles.
Tras una relativa estabilización en 2020-2021, el conflicto se reavivó en 2024 cuando Trump regresó al poder, impulsado por una agenda de reindustrialización forzada. El detonante fue la frustración con el déficit comercial creciente con China y la presión del ala más proteccionista del Partido Republicano.
Entre febrero y abril de 2025, Trump multiplicó los aranceles, alcanzando un pico del 145% sobre productos chinos, y hasta el 125% en sentido contrario. El 2 de abril fue llamado por el propio presidente como el “Día de la Liberación”, simbolizando la “emancipación de la economía estadounidense” de la dependencia china. Pero las consecuencias fueron inmediatas: inflación, desabasto, caída bursátil y presión de los sectores corporativos más poderosos.
La diplomacia se reactivó ante el temor de que la guerra comercial empujara a EE.UU. y al mundo a una recesión estructural, además del desgaste político interno de la Casa Blanca. Así llegamos a Ginebra.
¿Qué incluye el acuerdo y qué se mantiene fuera?
Lo que incluye:

- Reducción generalizada de aranceles:
- Estados Unidos reduce sus aranceles sobre importaciones chinas del 145% al 30%.
- China recorta sus aranceles sobre bienes estadounidenses del 125% al 10%.
- La reducción representa una baja total de 115 puntos porcentuales para cada país.
- Envíos de bajo valor (régimen “de minimis”) también se beneficiarán: el arancel baja del 120% al 54%, con una tasa fija de 100 USD.
- Suspensión de represalias no arancelarias:
- China elimina restricciones a exportaciones de tierras raras, claves para tecnología y defensa.
- Retiro de investigaciones antimonopolio contra empresas como DuPont.
- Eliminación temporal de listas negras a empresas estadounidenses.
- Mecanismo permanente de diálogo:
- Dirigido por Bessent, Greer y He Lifeng.
- Reuniones rotativas entre China, Estados Unidos y posibles terceros países.
- Enfoque técnico y político sobre comercio, producción, tecnología, salud y seguridad.
- Reanudación de entregas de aviones Boeing a aerolíneas chinas.
- China levanta la prohibición como señal de apertura.
¿Qué se mantiene fuera del acuerdo?

- Aranceles estratégicos de seguridad nacional:
- EE.UU. mantiene el 20% de arancel sobre productos vinculados al fentanilo.
- No se elimina el arancel base del 10% a todas las importaciones.
- Siguen los aranceles a mercancías como:
- Automóviles
- Acero y Aluminio
- Farmacéuticos y equipo médico
- Semiconductores no incluidos explícitamente
- Cuestiones estructurales no resueltas:
- Propiedad intelectual y patentes.
- Transferencia tecnológica forzada.
- Subsidios estatales chinos.
- Manipulación cambiaria.
- Exceso de capacidad de manufactura y dumping de productos.
- Sin compromisos explícitos en derechos laborales ni cambio climático, puntos que Estados Unidos exige en otros acuerdos como el T-MEC.
En resumen, el acuerdo resuelve el síntoma (los aranceles) pero no la causa (los desacuerdos estructurales). Es una desescalada táctica, no una paz duradera.
Reacción inmediata de los mercados
La reacción fue casi instantánea. El lunes 12 de mayo de 2025, minutos después de que el comunicado conjunto de Estados Unidos y China confirmara la reducción de aranceles, los mercados financieros globales celebraron el anuncio con euforia.
En Estados Unidos:
- El Dow Jones Industrial Average subió más de 1,160 puntos (2.8%) en una sola sesión.
- El S&P 500 escaló un sólido 3.3%, y el Nasdaq Composite, muy sensible a la tecnología, despegó un impresionante 4.4%.
- El índice de volatilidad VIX, también llamado “índice del miedo”, tuvo una de sus mayores caídas del año, indicando que el comercio percibe una menor incertidumbre.
Asia:
- El índice Hang Seng de Hong Kong creció más de 3%, su mejor rendimiento diario en dos años.
- El Shanghái Composite subió casi 1%, a pesar de que cerró antes de que se publicaran todos los detalles del acuerdo.
- El yuan chino alcanzó su valor más alto en seis meses frente al dólar, enviando una señal de estabilidad monetaria al mercado global.
En Europa:
- El DAX alemán y el CAC 40 francés subieron entre un 1.5% y 2.3% respectivamente.
- Las acciones industriales y tecnológicas fueron las más beneficiadas, especialmente aquellas con exposición directa al comercio con Asia y Norteamérica.
Divisas y materias primas:
- El dólar estadounidense cayó ligeramente frente a monedas refugio como el franco suizo (-0.25%) y el yen japonés (-0.48%).
- El precio del crudo Brent se disparó un 3.1% hasta los 64,14 dólares por barril, impulsado por la expectativa de mayor actividad industrial.
- El oro, considerando activo refugio, bajó un 3% debido a la mejora del apetito por el riesgo.
La lectura fue clara: los inversionistas interpretaron el acuerdo no solo como un alivio temporal, sino como una señal de madurez diplomática entre dos naciones que, hasta hace semanas, parecían encaminadas a una ruptura comercial irreversible.
¿Qué significa este acuerdo para México?
México, como vecino de Estados Unidos y actor clave del T-MEC, está en una posición estratégica para beneficiarse —y también para enfrentarse— a las consecuencias de esta tregua comercial.
Oportunidades para México:
- Estabilidad en las cadenas de suministro:
- Empresas mexicanas que forman parte de cadenas con EE.UU. y China (automotriz, electrónica, textil) tendrán más previsibilidad.
- Menor volatilidad en costos de producción gracias a la normalización del flujo de componentes e insumos.
- Reducción de presión inflacionaria:
- La baja en aranceles globales puede estabilizar precios de productos importados clave para el consumo mexicano, como electrónicos, maquinaria, herramientas y hasta alimentos procesados.
- Más inversión extranjera directa (IED):
- Al reducirse temporalmente el conflicto, multinacionales podrían relocalizar parte de su producción en México (nearshoring), aprovechando la cercanía geográfica, el acceso preferencial al mercado estadounidense y un mano de obra calificada.
- Mayor margen de maniobra diplomática:
- México puede posicionarse como un intermediario natural entre China y EE.UU., ofreciendo acuerdos bilaterales logísticos, portuarios y comerciales con visión estratégica.

Riesgos y desafíos:
- Competencia directa con productos chinos:
- Con los aranceles más bajos, China podrá exportar más barato a EE.UU., lo cual podría desplazar exportaciones mexicanas en sectores como el textil, plástico, maquinaria básica y juguetes.
- Presión para renegociar reglas de origen:
- Podría intensificarse la vigilancia en el cumplimiento de las reglas del T-MEC si se sospecha que productos chinos intentan entrar a Estados Unidos “disfrazados” como mexicanos.
- Dependencia de decisiones externas:
- México sigue muy expuesto a decisiones que no controla. Si la tregua se rompe o se endurecen nuevas normativas, el país volvería a enfrentar volatilidad.
El acuerdo entre EE.UU. y China ofrece a México una ventana estratégica, pero el país debe aprovecharla con políticas inteligentes de atracción de inversión, innovación industrial y diversificación de mercados.
Impacto global: un respiro para la economía mundial
La guerra comercial entre las dos mayores potencias económicas del mundo ha sido, desde 2018, una de las principales amenazas para el crecimiento global. Por eso, el acuerdo del 12 de mayo ha sido recibido como un soplo de alivio en todas las capitales financieras.
Efectos inmediatos a nivel global:
- Reducción de la presión inflacionaria mundial:
- La normalización de flujos de importación/exportación reduce los costos de transporte, materias primas e insumos.
- Esto beneficia a consumidores de todos los países, que han estado enfrentando una inflación persistente post-pandemia.
- Reactivación del comercio internacional:
- Con menores barreras, se espera un aumento de la demanda global, sobre todo en sectores intensivos en manufactura, tecnología, automotriz y materias primas.
- Mejora en la confianza empresarial:
- Las empresas recuperan visibilidad a mediano plazo, lo que fomenta la inversión, contratación y expansión.
- Un respiro para las cadenas de suministro transcontinentales, que podrán volver a operar con menos incertidumbre.
- Mayor estabilidad monetaria y financiera:
- Las bolsas se estabilizan.
- Disminuye la presión sobre bancos centrales para ajustar tasas de interés de forma agresiva.
- Impacto positivo en países en desarrollo:
- Muchas economías emergentes dependen del comercio con China o de los insumos estadounidenses.
- Este acuerdo ayuda a preservar empleos, precios y estabilidad cambiaria en regiones como América Latina, el Sudeste Asiático y África.
Aunque aún no es la solución definitiva, el consenso global es que la tregua ha evitado una espiral de proteccionismo que habría tenido efectos comparables a los de la crisis de 2008.
¿Un acuerdo comercial, una solución duradera o una tregua temporal?
Aquí está la gran incógnita. Aunque la reducción arancelaria es una gran noticia, el propio diseño del acuerdo nos dice que es frágil y limitado.

Factores que indican una tregua temporal:
- Duración acotada de 90 días:
- Es un plazo técnico, no político. Las diferencias estructurales difícilmente se resuelven en tres meses.
- Falta de compromisos estructurales:
- No hay acuerdo sobre:
- Propiedad intelectual.
- Transferencia forzada de tecnología.
- Subsidios estatales.
- Manipulación cambiaria.
- No hay acuerdo sobre:
- Persisten aranceles estratégicos:
- EE.UU. mantiene tarifas sobre productos vinculados al fentanilo, acero, automóviles y farmacéuticos.
- China también conserva medidas de control tecnológico y normas de ciberseguridad que afectan a empresas extranjeras.
- Clima político volátil:
- En EE.UU., Trump enfrenta presión electoral y divisiones internas.
- En China, Xi Jinping busca mantener estabilidad interna en medio de crisis inmobiliarias y desempleo juvenil.
- Presión geopolítica cruzada:
- EE.UU. también negocia acuerdos comerciales con otros 16 países.
- China ve con recelo cualquier intento estadounidense de acercamiento a aliados regionales como Vietnam, Taiwán o Filipinas.
Factores que permiten cierto optimismo:
- Se ha creado un mecanismo institucional de consultas, lo cual formaliza el diálogo.
- Ambos países han evitado el lenguaje agresivo, lo que muestra una voluntad diplomática inédita desde 2018.
- El acuerdo ha sido apoyado por cámaras empresariales, bancos y mercados internacionales.
En resumen, esta no es una paz económica, pero sí una oportunidad única para sentar las bases de un nuevo equilibrio comercial global. Si se aprovecha bien, el mundo podría entrar en una nueva fase de cooperación estratégica. Si se desperdicia, podría ser solo el preludio de una guerra comercial aún más destructiva.
China: firme pero pragmática
Durante toda la guerra comercial, China ha mostrado una estrategia de comunicación doble: firmeza en el discurso, pero pragmatismo en las acciones. El acuerdo de Ginebra no fue la excepción. Lejos de presentarse como derrotada o en retirada, la delegación china enmarcó la reducción de aranceles como una acción responsable por el bien del comercio global, no como una concesión ante Washington.
Narrativa oficial:

- El Ministerio de Comercio chino destacó que el acuerdo está “alineado con los intereses comunes del mundo”.
- Subrayaron que China mantendrá su soberanía económica y no aceptará condiciones que alteren su modelo de desarrollo.
Hechos estratégicos:
- Beijing eliminó restricciones a exportaciones de tierras raras como señal de buena voluntad.
- Reanudó la entrega de aviones Boeing, enviando una señal positiva al sector industrial estadounidense.
- La delegación incluyó a funcionarios de seguridad pública, lo que demuestra el nivel de seriedad con que China abordó el tema del fentanilo, uno de los puntos más sensibles para EE.UU.
Postura estructural:
China no renunció a su modelo económico basado en subsidios industriales, control estatal y una política exterior multilateral. Sin embargo, también entendió que prolongar una guerra comercial dañaría gravemente su economía, especialmente en un contexto interno complicado: crisis inmobiliaria, desempleo juvenil récord y menor crecimiento económico.
Por eso, Pekín actuó como el “adulto en la sala”, optando por una pausa estratégica sin renunciar a sus principios. Su pragmatismo diplomático ha sido interpretado por los analistas como una jugada maestra: ganar tiempo, calmar mercados, y evitar el aislamiento internacional sin ceder públicamente.
Retroceso estratégico ante el riesgo interno
El acuerdo de Ginebra no sólo fue una jugada diplomática. Fue también un giro táctico de la Casa Blanca para frenar una crisis que amenazaba con explotar desde dentro.
Presión interna sobre Trump:
- Multinacionales como Apple, Amazon y Tesla alertaron sobre subidas de precios, recortes de personal e impacto en innovación.
- Wall Street experimentó semanas de inestabilidad con pérdidas billonarias.
- El déficit comercial con China se agravó, alcanzando cifras históricas en abril de 2025.
- La base electoral republicana —particularmente pequeños empresarios e industriales— presionó a la administración para buscar una solución.
Retórica vs. realidad:
Aunque Trump había dicho que no reduciría ni un centavo en aranceles sin concesiones de China, lo hizo. En sus propias palabras: “No queremos dañar a China. Queremos comercio justo”. Esta retórica moderada contrasta con su línea dura de meses anteriores.
Desgaste político:
El ala más dura de su administración —representada por Peter Navarro y Howard Lutnick— quedó debilitada. Trump, enfrentando un año electoral, no podía permitirse una recesión. Incluso aceptó públicamente que los aranceles se habían salido de control: “Fue el equivalente a un embargo. Ninguna de las partes lo desea”.
En esencia, EE.UU. no cedió por debilidad, sino por cálculo político. Trump buscó recuperar estabilidad económica y capitalizar la narrativa de que “logró doblegar a China y firmar un gran acuerdo”, aunque la realidad fue una negociación de emergencia para frenar un colapso comercial.
¿Qué se discutirá en los próximos 90 días?
Los próximos tres meses son cruciales. El acuerdo es una pausa, no un tratado. Y lo que se discuta (o no) en este plazo definirá si el mundo avanza hacia un nuevo marco comercial o vuelve al conflicto.
Ejes de las negociaciones:
- Derechos de propiedad intelectual
- EE.UU. exige mayores garantías contra el robo de tecnología.
- China se resiste a modificar leyes clave sobre transferencia de tecnología a empresas mixtas.
- Transferencia forzada de tecnología
- Washington busca eliminar prácticas que obligan a las empresas extranjeras a compartir su know-how.
- Beijing insiste en que se trata de asociaciones voluntarias.
- Subsidios industriales
- EE.UU. acusa a China de otorgar ayudas estatales ilegales a sectores como acero, energía solar, IA y telecomunicaciones.
- China contraargumenta que Estados Unidos también subsidia su sector agrícola y energético.
- Fentanilo
- Uno de los temas más delicados. EE.UU. espera cooperación efectiva en el control de precursores químicos.
- China ya ha incluido funcionarios de seguridad en su equipo negociador.
- Agricultura y energía
- Se busca que China aumente sus compras de productos estadounidenses como soja, gas natural y carne.
- Esto podría reducir el déficit comercial y beneficiar a estados agrícolas clave.
- Normas digitales y comercio electrónico
- EE.UU. quiere que plataformas como Temu y Shein estén sujetas a regulaciones similares a las nacionales.
- Se discutirá una posible reforma al umbral de importación “de minimis”.

Metodología del diálogo:
- Reuniones bilaterales cada 15 días.
- Sedes rotativas entre China, EE.UU. y posibles países neutrales.
- Equipos técnicos con poder de propuesta, pero decisiones finales a nivel político.
Estos 90 días serán un test diplomático, económico y político, no solo entre ambas naciones, sino también frente al resto del mundo que observa con expectativa.
¿Se abre el camino hacia un nuevo orden comercial global con acuerdo comercial?
El acuerdo entre Estados Unidos y China podría ser mucho más que una simple tregua. Podría marcar el inicio de un nuevo paradigma en las relaciones económicas internacionales.
Por más de dos décadas, el comercio global se rigió por principios de apertura casi sin restricciones. Sin embargo, la guerra comercial entre EE.UU. y China reveló las debilidades estructurales de ese modelo: dependencia extrema, asimetrías regulatorias y conflictos geopolíticos no resueltos.
Este nuevo acuerdo puede convertirse en el catalizador de:
- Una reforma estructural de la OMC, para incluir temas como comercio digital, propiedad intelectual y subsidios estatales.
- Nuevas alianzas económicas regionales, donde países como México, Vietnam, Brasil e India tendrán mayor protagonismo.
- Un posible reacomodo de cadenas de valor, orientado más a resiliencia que a costos.
- Un modelo comercial con mayores controles éticos, medioambientales y de seguridad.
Pero todo depende de cómo se utilicen estos 90 días. Si son para ganar tiempo, la paz será efímera. Si se usan con visión estratégica, podríamos estar presenciando el nacimiento de una economía global más equilibrada, justa y sostenible.
Una pausa que podría cambiar el rumbo del comercio mundial
La reducción de aranceles entre Estados Unidos y China es mucho más que un gesto técnico: es un punto de inflexión histórico. Después de años de tensiones, amenazas cruzadas y mercados tambaleantes, las dos superpotencias han dado señales claras de que aún es posible el entendimiento económico.

El acuerdo de Ginebra ha traído alivio a la economía mundial, esperanza a los mercados, y una oportunidad de oro para países estratégicos como México. Pero no hay que confundirse: esta no es una solución definitiva. Es un alto al fuego temporal en una guerra comercial con profundas raíces estructurales, ideológicas y políticas.
Los próximos 90 días definirán si entramos en una era de reconstrucción del orden económico global o si volveremos a caer en la espiral del conflicto.
Lo que está claro es que el mundo ya no puede permitirse guerras económicas en un momento en que necesita cooperación, reconstrucción y estabilidad.
El reloj ha comenzado a correr. Y el mundo entero está mirando.