Coca-Cola cambia su fórmula en México: menos azúcar, más rigor

Coca-Cola cambia su fórmula en México: menos azúcar, más rigor

La bebida más emblemática del mundo está a punto de cambiar en México. Por primera vez en su historia moderna, Coca-Cola modificará su fórmula original en respuesta a una política pública. La medida para la industria de los refrescos forma parte de un acuerdo con el Gobierno de México que busca reducir el consumo de azúcar entre la población y revertir las alarmantes cifras de obesidad y diabetes que caracterizan al país.

A partir de 2026, los refrescos de Coca-Cola tendrán 30% menos calorías, una reducción que implicará ajustes en su receta, precios diferenciados para las versiones sin azúcar y un replanteamiento total de su estrategia comercial. El movimiento no surge de la casualidad, sino de una coyuntura donde los impuestos saludables, la presión social y la responsabilidad corporativa se entrelazan. Lo que está en juego no es solo el sabor de un producto icónico, sino el modelo de consumo que domina a una nación con el mayor consumo per cápita de refrescos del planeta.

Coca-Cola modificará su fórmula original en respuesta a una política pública

Antecedentes y contexto del acuerdo entre México y Coca-Cola

México lleva más de una década intentando frenar su crisis de salud pública relacionada con el consumo de azúcar. En 2014 se introdujo por primera vez el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) a bebidas azucaradas, con el objetivo de desincentivar su consumo. En 2020 llegó el etiquetado frontal NOM-051, que obligó a los fabricantes a advertir cuando sus productos exceden los límites de azúcar, sodio o grasas saturadas.

A pesar de esas medidas, las cifras siguen siendo alarmantes. México sigue entre los países con mayores niveles de diabetes tipo 2 y obesidad, mientras el refresco continúa siendo parte habitual de la dieta. Según la Secretaría de Salud, el mexicano promedio consume más de 160 litros al año, y en comunidades rurales muchas personas dependen de estas bebidas ante la falta de agua potable.

En ese contexto, el gobierno de Claudia Sheinbaum propuso en 2025 elevar el IEPS a $3.08 por litro, un aumento del 87% frente al vigente. El anuncio alertó a la industria refresquera y abrió negociaciones con la Industria Mexicana de Coca-Cola (IMCC), que agrupa a embotelladoras como FEMSA y Arca Continental.

Antecedentes y contexto del acuerdo entre México y Coca-Cola

De ese diálogo nació un compromiso inédito: reducir el contenido calórico en lugar de resistir la política fiscal.

Detalles sobre el acuerdo de una nueva fórmula

El pacto entre Coca-Cola y el Gobierno mexicano es uno de los más ambiciosos en materia de salud pública. La IMCC se comprometió a reducir 30% las calorías de sus refrescos en un año, comenzando por las presentaciones más grandes, las más consumidas en los hogares.

La medida abarcará más del 70% del volumen total de refrescos que la empresa comercializa en México, una escala que refleja la magnitud de su influencia en los hábitos alimentados del país.

El acuerdo también establece que las versiones sin azúcar o bajas en calorías serán más accesibles: Coca-Cola colaborará con distribuidores y minoristas para garantizar que cuesten menos que las versiones tradicionales. Además, la empresa lanzará una presentación pequeña y económica de Coca-Cola Zero, con la intención de convertirla en la opción preferida del consumidor promedio.

Otro punto fundamental es la reconfiguración de la publicidad. Coca-Cola se comprometió a eliminar la participación de menores de 16 años en anuncios, priorizar Coca-Cola Zero en todas las campañas y eliminar la promoción directa de la botella de tres litros, históricamente asociada a un consumo excesivo.

El pacto entre Coca-Cola y el Gobierno mexicano es uno de los más ambiciosos en materia de salud pública. La IMCC se comprometió a reducir 30% las calorías de sus refrescos en un año

Detalles sobre la reformulación y reducción de azúcar en bebidas

Por último, la compañía y la Secretaría de Salud establecieron una mesa de trabajo permanente para evaluar avances y un proyecto piloto que incentive la migración de los consumidores hacia productos sin azúcar.

Motivos detrás del cambio de Coca-Cola

El acuerdo no solo obedece a razones de salud pública; es también el resultado de una estrategia política y empresarial cuidadosamente alineada.

Desde el punto de vista del Gobierno, la medida busca demostrar que el impuesto a los refrescos no tiene un fin recaudatorio, sino preventivo. Los ingresos obtenidos se destinarán al Fondo de Salud, enfocado en atender enfermedades crónicas derivadas del consumo de productos ultraprocesados.

Para Coca-Cola, el cambio representa una forma de adaptarse al entorno regulatorio y mejorar su reputación sin perder mercado. La compañía transformó los impuestos en una oportunidad para reformular, innovar y fortalecer su línea Zero como alternativa moderna y responsable.

Socialmente, el movimiento responde a la creciente conciencia sobre los efectos del azúcar en la salud. Las generaciones, más jóvenes demandan transparencia y coherencia corporativa, y el consumidor mexicano está más dispuesto que nunca a elegir versiones sin azúcar si percibe valor y accesibilidad.

Sin embargo, el cambio también tiene una lectura económica: al reformular su producto principal, Coca-Cola protege su portafolio y evita que los consumidores migren a bebidas competidoras. La salud pública y la rentabilidad coinciden por primera vez, en un mismo vaso.

El papel del IEPS y su impacto en la industria de refrescos

El IEPS ha sido el motor de esta transformación. Desde 2014 ha recaudado más de 200 mil millones de pesos, aunque su efecto en el consumo ha sido limitado. La nueva versión de 2026 eleva la tasa a $3.08 por litro y reduce a $1.50 para las bebidas sin azúcar.

El papel del IEPS y su impacto en la industria de refrescos

Este diferencial busca premiar la reformulación y castigar los excesos calóricos, impulsando un mercado más saludable. Sin embargo, el aumento también generó resistencia en sectores económicos que dependen de la venta de refrescos, como pequeños comercios y restaurantes.

Expertos del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) han advertido que el consumo de refrescos es “inelástico”, es decir, que los consumidores no reducen significativamente su compra pese al aumento de precios. Por eso, el componente educativo y la oferta de productos alternativos serán claves para que el impuesto cumpla su propósito.

Para el Gobierno, el IEPS revisado es una herramienta doble: presiona a la industria a modificar sus fórmulas y al mismo tiempo financia programas de salud que busquen disminuir los costos del sistema público derivados de enfermedades relacionadas con la alimentación.

¿Cómo cambiará Coca-Cola en México?

El impacto en el día a día del consumidor será tangible. Los refrescos de Coca-Cola experimentarán una reducción real de azúcar y calorías, lo que inevitablemente alterará ligeramente su sabor y textura. Aunque la empresa buscará mantener la identidad sensorial de la marca, los ajustes serán notables, especialmente en las presentaciones familiares y de tres litros.

El cambio no se limitará a la receta. Coca-Cola apostará por porciones más pequeñas, mayor disponibilidad de Coca-Cola Zero y un nuevo diseño visual que distinga claramente las versiones sin azúcar. En los puntos de venta, se espera ver señalización diferenciada de precios y campañas que destaquen el ahorro al elegir versiones “Zero” o “Light”.

Los refrescos de Coca-Cola experimentarán una reducción real de azúcar y calorías, lo que inevitablemente alterará ligeramente su sabor y textura.

La estrategia comercial también migrará hacia la educación del consumidor: las campañas publicitarias resaltarán conceptos como “elección consciente”, “porciones adecuadas” y “menos calorías, mismo sabor”. Este enfoque busca transformar la narrativa del consumo: de un producto aspiracional a uno responsable.

Efectos económicos y reacción de la industria de refrescos

En el plano financiero, Coca-Cola anticipa impactos iniciales por la transición. El propio James Quincey, CEO global, reconoció que el incremento fiscal será “significativo”, pero confía en que la empresa sabrá recuperarse mediante innovación, reformulación y diversificación.

El acuerdo permite a la compañía evitar un golpe directo a su rentabilidad al aprovechar la cuota reducida para bebidas sin azúcar, un segmento que ya representa su principal fuente de crecimiento a nivel global.

El cambio también ha encendido un efecto dominó: PepsiCo, Jumex, Aga y Big Cola han comenzado a evaluar ajustes en sus fórmulas y estrategias de marketing para no quedar rezagadas. En términos macroeconómicos, la reforma podría modificar las cadenas de suministro de endulzantes, la demanda de jarabe de maíz y el perfil de consumo en tiendas de conveniencia.

Efectos económicos y reacción de la industria de refrescos

A largo plazo, la industria podría experimentar una recomposición estructural: menos litros vendidos, pero más margen por producto y una imagen más alineada con las exigencias regulatorias y de salud públicas.

Repercusiones en salud y consumo: NOM-051

El acuerdo se integra directamente con el marco normativo del etiquetado frontal NOM-051-SCFI/SSA1-2010, que desde 2020 obliga a incluir sellos de advertencia por exceso de azúcar, sodio o calorías. Con las nuevas fórmulas, muchas bebidas de Coca-Cola podrían reducir o eliminar algunos de esos sellos, lo que representa no solo un cambio visual en los envases, sino también un mensaje poderoso para el consumidor.

Desde la salud pública, la reducción del 30% de calorías es un avance, pero insuficiente sin cambios en los hábitos de consumo. Secretaría de Salud pide complementarlo con educación alimentaria, mientras especialistas advierten que el uso de edulcorantes no calóricos aún genera debate por sus efectos a largo plazo.

En conjunto, el paquete de medidas (etiquetado, impuestos, reformulación y publicidad responsable) busca construir una cultura de consumo más consciente. La diferencia esta vez es que la empresa más poderosa del sector no se enfrenta al Estado: colabora con él. Esa alianza público-privada podría redefinir la relación entre salud, negocio y responsabilidad en México y, posiblemente, en toda América Latina.

México como referente internacional para la Coca-Cola

El acuerdo entre Coca-Cola y el Gobierno de México no solo tiene implicaciones nacionales: se perfila como un precedente global en la relación entre la industria de bebidas y las políticas públicas de salud. Ningún otro país había conseguido que la compañía modificara su receta y precios como parte de un pacto oficial.

Durante años, las políticas contra el exceso de azúcar se centraron en impuestos y restricciones publicitarias, pero México combina tres frentes:

  • Reforma fiscal,
  • Reformulación
  • Y educación al consumidor.

Esta sinergia es lo que convierte al caso mexicano en un laboratorio internacional.

Organismos como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han seguido de cerca esta estrategia. En países como Reino Unido o Chile se implementaron impuestos similares, como el “Sugar Tax” británico o el etiquetado con sellos en Chile, pero en ninguno hubo una colaboración directa con la empresa líder del mercado para ejecutar los cambios.

México podría sentar las bases de un modelo de corresponsabilidad: el Estado ejerce presión con políticas regulatorias, pero la industria responde con innovación y adaptación. Si el resultado es positivo (es decir, si se logra reducir la ingesta calórica y mantener la estabilidad económica del sector), el modelo podría replicarse en Colombia, Brasil, Argentina y Perú, donde el consumo de bebidas azucaradas sigue en aumento.

México como referente internacional en consumo para la Coca-Cola

El acuerdo entre Coca-Cola y el Gobierno de México no solo tiene implicaciones nacionales: se perfila como un precedente global en la relación entre la industria de bebidas y las políticas públicas de salud.  Ningún otro país había conseguido que la compañía modificara su receta y precios como parte de un pacto oficial.

Este movimiento también reconfigura la imagen del país ante el mundo. México pasa de ser señalado por su alto consumo de refrescos a convertirse en un referente de política alimentaria progresiva, capaz de influir incluso en el comportamiento de las corporaciones globales.

¿Cómo se mide una caloría? Lo que realmente cambiará en tu refresco

Cuando Coca-Cola anuncia que reducirá 30% de las calorías de sus refrescos, no se trata solo de marketing: es una transformación química y tecnológica.

Una caloría es una unidad de energía que mide cuanto aporta un alimento o bebida al organismo. En los refrescos, casi toda esa energía proviene de los azúcares añadidos, especialmente del jarabe de maíz de alta fructosa o de la sacarosa tradicional.

Reducir el 30% de calorías implica disminuir proporcionalmente la cantidad de azúcar por litro. Por ejemplo, una lata de 355 ml de Coca-Cola contiene hoy alrededor de 139 kilocalorías, equivalentes a casi nueve cucharaditas de azúcar. Una reducción del 30% bajaría ese valor a aproximadamente 97 kilocalorías, es decir, unas seis cucharaditas.

Una caloría es una unidad de energía que mide cuanto aporta un alimento o bebida al organismo. En los refrescos, casi toda esa energía proviene de los azúcares añadidos, especialmente del jarabe de maíz de alta fructosa o de la sacarosa tradicional.

Cuando Coca-Cola anuncia que reducirá 30% de las calorías de sus refrescos, no se trata solo de marketing: es una transformación química y tecnológica.

Para lograrlo, la industria no puede simplemente reducir el azúcar, ya que alteraría la textura, el brillo y el sabor. En su lugar, emplea mezclas de edulcorantes no calóricos (como sucralosa, aspartame o acesulfame-K—) y ajustes en ácidos y gasificación para conservar su perfil sensorial.

En términos prácticos, el consumidor podría notar un sabor ligeramente menos dulce y una burbuja más fina, aunque la diferencia será mínima en las versiones familiares, donde la reformulación será gradual. El cambio también reducirá las calorías en el etiquetado nutricional, un detalle que podría modificar la percepción de “culpa” al consumir la bebida.

Más allá de una cifra, la reducción calórica representa una reingeniería de producto, pensada para equilibrar tres variables críticas: sabor, aceptación del mercado y cumplimiento regulatorio.

El impacto en la Industria Mexicana de Bebidas

El golpe de timón de Coca-Cola ha obligado al resto de la industria mexicana de bebidas a replantear su posición. Sus principales competidores ahora enfrentan una presión doble: la del consumidor y la del gobierno, que condiciona los incentivos fiscales a la reformulación de productos.

La Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas (ANPRAC) ya manifestó su disposición a seguir una ruta similar. Sin embargo, no todas las empresas tienen la misma capacidad tecnológica o financiera para reformular masivamente sus bebidas sin perder consistencia y sabor.

El cambio también impacta a los proveedores de endulzantes. Mientras la azúcar refinada pierde terreno, aumentan la demanda de edulcorantes artificiales y naturales, como la Stevia, transformando las cadenas agrícolas e industriales.

Por otro lado, el diferencial del IEPS abre un nuevo escenario competitivo: las bebidas sin azúcar ganan espacio, mientras las tradicionales podrían encarecerse. Este reacomodo puede incentivar la innovación local, impulsando el desarrollo de aguas saborizadas, tés fríos y jugos con menos azúcar producidos en México.

La industria mexicana, que genera más de 1.7 millones de empleos directos e indirectos, se encuentra ante una transición estructural. Las empresas que se adapten rápidamente no solo conservarán su mercado, sino que podrían exportar su modelo a otros países latinoamericanos. En cambio, quienes mantengan recetas convencionales enfrentarán mayores costos y una posible pérdida de competitividad.

¿Qué dice el acuerdo oficial de Coca-Cola?

¿Qué dice el acuerdo oficial de Coca-Cola?

El comunicado de la Industria Mexicana de Coca-Cola, en conjunto con la Secretaría de Salud, presenta una hoja de ruta con compromisos verificables: reducir 30% las calorías de forma gradual, empezando por las presentaciones grandes, y reformular todas las familiares en un año.

El documento también especifica la obligación de asegurar que existan versiones reducidas o sin azúcar en todo el portafolio, abarcando diversas presentaciones y tamaños, y de aplicar acciones comerciales que impulsen la migración de consumo hacia opciones más saludables.

La IMCC se compromete a trabajar con distribuidores y comercio para que las bebidas sin calorías cuesten menos, utilizando mecanismos de señalización de precios en los puntos de venta. Además, se lanzará una presentación pequeña de Coca-Cola Zero con el precio más bajo del portafolio y se reforzarán las políticas de mercadotecnia responsable:

  • eliminación de menores de 16 años en publicidad,
  • priorización de Coca-Cola Zero,
  • restricción de envases grandes a contextos de convivencia,
  • eliminación de la promoción directa de la botella de tres litros.

Finalmente, la empresa y Secretaría de Salud mantendrán una mesa permanente para supervisar el cumplimiento y evaluar el impacto en salud y consumo. Este seguimiento convierte al acuerdo en un instrumento vivo y auditable, más allá de una simple declaración de intenciones.

¿Y qué pasa con los edulcorantes?

La reducción de azúcar trae consigo una sustitución inevitable: los edulcorantes no calóricos. Aunque su uso no es nuevo, su papel será más protagonista que nunca en el portafolio de Coca-Cola México.

Estos compuestos, como la sucralosa, el aspartame, el acesulfame-K o la Stevia, aportan dulzor sin añadir calorías. Sin embargo, su percepción pública es ambivalente. Algunos consumidores los asocian con productos “light” o “dietéticos” saludables, mientras que otros desconfían de sus efectos a largo plazo.

La OMS advierte que los edulcorantes sin calorías no deben usarse para controlar el peso a largo plazo. Puesto que la evidencia que se tiene no muestra beneficios sostenidos frente a la obesidad o enfermedades metabólicas.

Coca-Cola, consciente de esto, apuesta por una combinación equilibrada: reducir el azúcar sin sustituirlo completamente, mezclando endulzantes naturales y sintéticos en proporciones que mantengan la aceptación del sabor. Además, se espera que la empresa impulse campañas de comunicación transparentes para explicar cómo funcionan estos ingredientes y reforzar la confianza del consumidor.

El verdadero reto será encontrar el equilibrio entre cumplir con la regulación, mantener la fidelidad del sabor y evitar nuevos cuestionamientos sobre los componentes de sus fórmulas.

🌐La nueva estrategia global de Coca-Cola

El cambio en México se enmarca en la estrategia global de The Coca-Cola Company, que desde hace años transita de un modelo basado en volumen hacia uno centrado en valor, salud y sostenibilidad.

🌐La nueva estrategia global de Coca-Cola y su impacto en la industria de refrescos en México

En 2025, la compañía reportó ingresos por 12.5 mil millones de dólares en el tercer trimestre, impulsados por tres pilares: mini presentaciones, bebidas sin azúcar y empaques premium. Las latas de 7.5 onzas destacan como una de sus apuestas globales más exitosas, al combinar control de porciones, accesibilidad y altos márgenes.

México será un mercado piloto para consolidar esta estrategia. Aquí confluyen todos los elementos que Coca-Cola considera esenciales para su nueva era: presión regulatoria, alto consumo per cápita, competencia feroz y un consumidor cada vez más consciente.

El país representa una oportunidad para probar en tiempo real el equilibrio entre rentabilidad y responsabilidad. Si la compañía logra mantener sus ingresos mientras reduce el azúcar, sentará las bases de su expansión futura. Si no lo consigue, el caso mexicano será una lección costosa sobre los límites de la reformulación.

A nivel corporativo, la industria ya no busca vender más litros, sino vender mejor: productos más pequeños, saludables y con mayor valor percibido.

¿Qué significa para el consumidor mexicano?

Para millones de mexicanos, el cambio puede parecer sutil, pero sus efectos serán profundos. El consumidor verá nuevas etiquetas, diferencias de precio y una oferta más visible de Coca-Cola Zero en cada tienda. Con el paso del tiempo, las versiones tradicionales se volverán más caras por el incremento del IEPS, mientras que las sin azúcar serán las más accesibles.

Es posible que el sabor de la Coca-Cola clásica se perciba ligeramente distinto, especialmente en las presentaciones grandes, donde la reducción de azúcar será más notoria. Sin embargo, la empresa apostará por una comunicación clara que enfatice continuidad y confianza: “menos azúcar, mismo sabor”.

Este cambio también empodera al consumidor: por primera vez, su elección tiene un impacto directo en el precio y en la política pública. Comprar una versión sin azúcar no solo representa un ahorro, sino una decisión informada que apoya la reducción del consumo calórico a nivel nacional.

Para millones de mexicanos, el cambio puede parecer sutil, pero sus efectos serán profundos. El consumidor verá nuevas etiquetas, diferencias de precio y una oferta más visible para la industria de refrescos Zero

México como el país de mayor consumo en refrescos

En los próximos años, el mercado podría dividirse entre la nostalgia por el sabor original y la preferencia por opciones sin azúcar. Esa competencia interna dentro de la propia marca será el mejor termómetro para medir el éxito del acuerdo.

Una nueva era entre la salud y el mercado en México

El acuerdo entre Coca-Cola y el Gobierno de México representa mucho más que un ajuste en la fórmula de una bebida: es una declaración sobre cómo deben coexistir el negocio y la salud pública en un país donde el consumo de azúcar ha alcanzado niveles alarmantes.

Durante décadas, los refrescos fueron parte inseparable del estilo de vida mexicano. Estuvieron presentes en cada mesa, celebración y anuncio publicitario. Pero el contexto cambió. La sociedad exige responsabilidad, los gobiernos exigen coherencia, y las empresas ya no pueden permanecer ajenas al impacto que generan. En ese escenario, Coca-Cola decidió no resistir, sino adaptarse.

La reducción del 30% en calorías no es solo una estrategia comercial ni una respuesta a los impuestos: refleja una evolución cultural y de industria. Reconoce que los hábitos de consumo cambian, que las políticas sanitarias pueden coexistir con la rentabilidad y que la innovación pueden ser una herramienta de salud pública.

Sin embargo, el éxito del acuerdo dependerá de su implementación real. Reformular productos no basta si el consumidor no cambia su comportamiento. La verdadera victoria será que los mexicanos, informados y conscientes, elijan opciones más saludables sin sentir que renuncian al placer o a su identidad cultural.

Los refrescos fueron parte inseparable del estilo de vida mexicano. Estuvieron presentes en cada mesa, celebración y anuncio publicitario. Pero el contexto cambió. La sociedad exige responsabilidad, los gobiernos exigen coherencia, y las empresas ya no pueden permanecer ajenas al impacto que generan

México se consolida como referente global de colaboración entre Estado e industria, buscando no eliminar el producto, sino rediseñarlo con equilibrio. Si esta política logra reducir la ingesta calórica sin afectar al sector, marcará un precedente histórico para la industria de refrescos y toda América Latina.

El cambio ya está en marcha. La pregunta que queda es:
¿Será esta la chispa de una transformación duradera… o solo una burbuja más en la historia del azúcar en México?

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